Chile ratifica la Convención de derechos de las personas con discapacidad, de las Naciones Unidas, el año 2008, la cual en su articulo 19 se refiere a que toda persona tiene derecho a vivir una vida independiente y a contar con los apoyos para aquello, pero esta lejos de cumplir aquello, lo cual nos muestra que aún queda mucho por hacer en este ámbito.
Así como Chile, diversos países de habla hispana se encuentran en sus primeros pasos en proyectos que favorezcan y garanticen el derecho a la autonomía e independencia.
Algunos países cuentan con refugios o centros residenciales semanales, en otros casos, así también Chile, han existido proyectos pilotos o iniciativas que no han logrado concretarse.
Y ¿Cómo se vive de manera autónoma? ¿Los jóvenes con discapacidad intelectual pueden lograrlo?
El futuro y la vida independiente es uno de los principales desafíos en la juventud y adultez de las personas con discapacidad intelectual y sus familias.
Al vivir en casa de los padres, en la edad adulta, comienzan a generarse dinámicas y necesidades propias de esa etapa del desarrollo, lo que conlleva implicancias para la relación paterno – filial, de pareja y de familia; incluso en ciertas ocasiones, pueden presentarse problemas que afectan la convivencia o el bienestar emocional de alguno de los miembros.
Así también se ha visto que en las personas que cuentan con cierta autonomía, continuar viviendo en la casa familiar reduce las posibilidades de desarrollo individual, laboral, social y de pareja, atenta su calidad de vida personal e incluso, puede afectar su salud mental.
¿Qué son las residencias tuteladas o viviendas tuteladas?
En diversos países del mundo las residencias tuteladas o viviendas tuteladas existen hace más de 10 años.
Las residencias tuteladas son departamentos, apartamentos o pisos que están orientadas a asemejar una vivienda familiar, en la que viven grupos pequeños de personas con discapacidad (PcD):
- Donde cada cual tiene su espacio personal y colabora de las actividades y decisiones de su hogar. Así, cada persona se mantiene activa y responsable de su cuidado personal, vida en el hogar, ocio y salud.
- Están insertadas en la comunidad, lo que permite a las PcD realizar las actividades diarias de manera autónoma y ser parte de la vida de barrio, realizar las compras, trasladarse a sus lugares de trabajo o de interés personal, realizar trámites, participar de interacciones sociales y la cultura.
- De manera paralela y permanente cuenta con el apoyo de un equipo interdisciplinario de profesionales que dan soporte a los residentes, en diversos ámbitos: psicología, terapia ocupacional, administración, trabajado social, entre otros.
La vida independiente y las residencias tuteladas se vinculan con el plan de vida individual relacionado con la planificación centrada en la persona.
Así se desarrolla un planeamiento conjunto, con una mirada a mediano y largo plazo del proceso futuro de la PcD, en cuanto a sus intereses, deseos, objetivos, relaciones, vida laboral, independencia y autonomía, entre otros.
Cuando pensamos desde este foco y consideramos qué elementos son fundamentales en la calidad de vida de cualquiera de nosotros, nos encontramos con la toma de decisiones, el desarrollo de capacidades, el uso de espacios y lugares comunes con toda la comunidad, el respeto y valoración del individuo y las relaciones e interacciones sociales.
De este modo, la posibilidad de vivir en una residencia tutelada, propicia dichos elementos y permite a las PcD gozar de una calidad de vida satisfactoria.
“La calidad de nuestra vida cotidiana la determina la presencia o ausencia de las cosas que son importantes para nosotros: nuestras elecciones, nuestros rituales” – Michael Smull
Así como cobra relevancia la autodeterminación como un principio básico en la vida y desarrollo de cualquier persona con discapacidad intelectual.
Esto implica que la persona pueda gestionar su vida en función de sus intereses y proyectos, contando con los apoyos que el entorno proporcione para aquello.
Las residencias tuteladas se vuelven un desafío social, que nos involucra a todos: Personas con discapacidad intelectual, familias, profesionales, sociedad y Estado. Debemos estar atentos a las necesidades e instancias de satisfacción reales que como comunidad ponemos a disposición de la personas con discapacidad intelectual. Y mirar si, finalmente, nuestras intenciones, se están viendo reflejadas en nuestras acciones.
Colaboración Por Ps. Mg. Paulina Varas G.
Directora Diplomado de especialización en salud mental de Personas con Discapacidad intelectual y Socia Fundadora de “Respiro, espacio para todos”